Un reciente informe de Contraloría reveló que la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji) otorgó seis contratos a la empresa Conectidkids SpA, por un total de $458,9 millones, siendo cuatro de ellos adjudicados mediante trato directo y no licitación. Esta situación llevó al desarrollo de la aplicación “Mi Jardín Junji”, con el propósito de mejorar la comunicación entre los centros educativos y las familias, funcionando como una especie de intranet. Según El Mercurio, el informe también señaló que la app tuvo un uso mínimo o nulo. Por ejemplo, en la región Metropolitana se revisaron 301 lugares, donde 108 apoderados no estaban inscritos y un 94% no registró actividad en 2023-2024. Además, de 48 jardines entrevistados, 35 afirmaron no utilizar la aplicación: 22 solo durante la pandemia y 13 nunca. La Contraloría expresó su preocupación al respecto: “Se evidencia que los establecimientos educativos no la actualizan ni la usan, pese a que se indicó que su aplicación ‘Mi Jardín Junji’, sin que la Junji haya evaluado sistemáticamente la efectividad asociada a esta herramienta digital ni sus resultados al respecto”. El medio también informó que la Contraloría cuestionó que en varias de las contrataciones mencionadas, la empresa fue eximida de presentar garantías de cumplimiento contractual. Ante esto, se ordenó a la Junji iniciar un proceso disciplinario para determinar responsabilidades. La Junji explicó que tras superar la etapa de pandemia, decidieron licitar nuevamente el servicio de la aplicación, otorgándole una continuidad de 24 meses. Sin embargo, la administración actual evaluó su funcionamiento y determinó que al vencer el contrato en diciembre de 2024, no sería renovado. A partir de 2025 se descartó seguir utilizando la plataforma, ya que los resultados obtenidos no reflejaron un aumento significativo en la interacción de los usuarios. Fuente: ADN Radio Nacional
Un juego digital que prometía aventuras terminó convirtiéndose en una pesadilla real para dos niñas en Toltén, extraviadas por seguir instrucciones en línea. La infancia no distingue entre lo real y lo virtual cuando no hay adultos que guíen y contengan. Hoy no basta con darles acceso a la tecnología, hay que educarlos, protegerlos y asumir que, sin límites claros, están solos frente a un mundo que no perdona. La reciente desaparición de dos niñas en la comuna de Toltén no es solo una triste noticia local. Es una alarma nacional. Las menores, de apenas 09 y 12 años, se extraviaron tras haber seguido las indicaciones de un juego en línea que las impulsaba a realizar una “búsqueda en el mundo real”. Lo que para ellas era parte de una fantasía interactiva, terminó siendo una situación de alto riesgo que movilizó a sus familias, autoridades y equipos de emergencia durante horas angustiantes. ¿Conocemos las dinámicas de los retos virales? ¿sabemos lo que nuestros hijos hacen en sus teléfonos? ¿Estamos pasando tiempo de calidad con ellos o le estamos pasando esa responsabilidad a la tecnología?¿En qué momento se naturalizó que un niño con acceso a internet decida solo los contenidos que quiere ver? Respondamos a estas preguntas de la manera mas honesta posible, sin auto complacencias, mentirnos a nosotros mismos como padres o madres puede hacer la diferencia entre cuidarlos y exponerlos a riesgos que podemos evitar. Este caso nos enfrenta a una dolorosa realidad: nuestros niños están navegando solos por un mar digital lleno de tormentas, sin brújula ni salvavidas, mientras los adultos miramos hacia otro lado. Juegos aparentemente inofensivos —muchos con estéticas amigables y dinámicas atrapantes— son diseñados para evadir el control parental y explotar la curiosidad infantil, llevándolos a asumir conductas imprudentes, riesgosas e incluso peligrosas. El problema no es el juego en sí. El problema es la ausencia de adultos conscientes, presentes y vigilantes. Se ha confundido el “dar libertad” con “soltar la mano”. Un niño no necesita un teléfono con datos ilimitados, necesita adultos que pregunten qué está jugando, con quién, y para qué. Necesita límites, supervisión y contención emocional. Este no es un caso aislado, es un llamado urgente. El hogar debe volver a ser el primer espacio de seguridad y guía. No es exagerado decir que hoy los juegos en línea pueden terminar afectando la integridad física de los menores. Y si los padres no actúan, lo harán las consecuencias. Hoy las niños de Toltén están a salvo, gracias a la rápida acción de la comunidad y los equipos de emergencia. Pero no todas las historias como estas en el mundo y en nuestro país tienen el mismo final.
Un reciente informe de Contraloría reveló que la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji) otorgó seis contratos a la empresa Conectidkids SpA, por un total de $458,9 millones, siendo cuatro de ellos adjudicados mediante trato directo y no licitación. Esta situación llevó al desarrollo de la aplicación “Mi Jardín Junji”, con el propósito de mejorar la comunicación entre los centros educativos y las familias, funcionando como una especie de intranet. Según El Mercurio, el informe también señaló que la app tuvo un uso mínimo o nulo. Por ejemplo, en la región Metropolitana se revisaron 301 lugares, donde 108 apoderados no estaban inscritos y un 94% no registró actividad en 2023-2024. Además, de 48 jardines entrevistados, 35 afirmaron no utilizar la aplicación: 22 solo durante la pandemia y 13 nunca. La Contraloría expresó su preocupación al respecto: “Se evidencia que los establecimientos educativos no la actualizan ni la usan, pese a que se indicó que su aplicación ‘Mi Jardín Junji’, sin que la Junji haya evaluado sistemáticamente la efectividad asociada a esta herramienta digital ni sus resultados al respecto”. El medio también informó que la Contraloría cuestionó que en varias de las contrataciones mencionadas, la empresa fue eximida de presentar garantías de cumplimiento contractual. Ante esto, se ordenó a la Junji iniciar un proceso disciplinario para determinar responsabilidades. La Junji explicó que tras superar la etapa de pandemia, decidieron licitar nuevamente el servicio de la aplicación, otorgándole una continuidad de 24 meses. Sin embargo, la administración actual evaluó su funcionamiento y determinó que al vencer el contrato en diciembre de 2024, no sería renovado. A partir de 2025 se descartó seguir utilizando la plataforma, ya que los resultados obtenidos no reflejaron un aumento significativo en la interacción de los usuarios. Fuente: ADN Radio Nacional
Un juego digital que prometía aventuras terminó convirtiéndose en una pesadilla real para dos niñas en Toltén, extraviadas por seguir instrucciones en línea. La infancia no distingue entre lo real y lo virtual cuando no hay adultos que guíen y contengan. Hoy no basta con darles acceso a la tecnología, hay que educarlos, protegerlos y asumir que, sin límites claros, están solos frente a un mundo que no perdona. La reciente desaparición de dos niñas en la comuna de Toltén no es solo una triste noticia local. Es una alarma nacional. Las menores, de apenas 09 y 12 años, se extraviaron tras haber seguido las indicaciones de un juego en línea que las impulsaba a realizar una “búsqueda en el mundo real”. Lo que para ellas era parte de una fantasía interactiva, terminó siendo una situación de alto riesgo que movilizó a sus familias, autoridades y equipos de emergencia durante horas angustiantes. ¿Conocemos las dinámicas de los retos virales? ¿sabemos lo que nuestros hijos hacen en sus teléfonos? ¿Estamos pasando tiempo de calidad con ellos o le estamos pasando esa responsabilidad a la tecnología?¿En qué momento se naturalizó que un niño con acceso a internet decida solo los contenidos que quiere ver? Respondamos a estas preguntas de la manera mas honesta posible, sin auto complacencias, mentirnos a nosotros mismos como padres o madres puede hacer la diferencia entre cuidarlos y exponerlos a riesgos que podemos evitar. Este caso nos enfrenta a una dolorosa realidad: nuestros niños están navegando solos por un mar digital lleno de tormentas, sin brújula ni salvavidas, mientras los adultos miramos hacia otro lado. Juegos aparentemente inofensivos —muchos con estéticas amigables y dinámicas atrapantes— son diseñados para evadir el control parental y explotar la curiosidad infantil, llevándolos a asumir conductas imprudentes, riesgosas e incluso peligrosas. El problema no es el juego en sí. El problema es la ausencia de adultos conscientes, presentes y vigilantes. Se ha confundido el “dar libertad” con “soltar la mano”. Un niño no necesita un teléfono con datos ilimitados, necesita adultos que pregunten qué está jugando, con quién, y para qué. Necesita límites, supervisión y contención emocional. Este no es un caso aislado, es un llamado urgente. El hogar debe volver a ser el primer espacio de seguridad y guía. No es exagerado decir que hoy los juegos en línea pueden terminar afectando la integridad física de los menores. Y si los padres no actúan, lo harán las consecuencias. Hoy las niños de Toltén están a salvo, gracias a la rápida acción de la comunidad y los equipos de emergencia. Pero no todas las historias como estas en el mundo y en nuestro país tienen el mismo final.