Hoy se cumplen 8 años de aquel fatídico 29 de agosto del 2015, cuando nos deja uno de los relatores más esforzados y reconocidos por su trabajo en esos años en los medios de comunicación, Javier Francisco Muñoz Delgado. Todos quienes relatamos detrás de un micrófono en las radios de provincia, soñamos con algún día pisarle los talones a un grande como Javier Muñoz. Reconocido por su talento, humildad y simpatía, pero sobre todas las cosas, por esas enormes ganas de seguir aprendiendo y creciendo en el mundo del relato futbolístico.

Conocido cariñosamente como "Panchito de El Tambo", era uno de esos relatores que se encontraba en el mejor momento de su vida. Su pasión por el fútbol y su dedicación incansable lo habían llevado a convertirse en uno de los mejores relatores de fútbol del país. Su historia nos enseña que a veces, las casualidades del destino pueden abrirnos puertas inesperadas. 

Su llegada a Radio Aconcagua fue gracias a la recomendación de un dirigente de Lautaro Atlético, quien vio en él un talento único. Comenzó colaborando en el programa "Deportes en la Aconcagua" y, sorprendentemente, su primer relato no fue en un partido de su querido Unión San Felipe, sino en uno de Trasandino de los Andes, en el desaparecido Estadio Ferroviario. Sin embargo, fue en esa radio donde Javier se enamoró de su trabajo y se convirtió en uno de los relatores más queridos por los oyentes. Paralelamente a su carrera en la radio, Javier también trabajaba en el Gobierno, donde tuvo la oportunidad de cruzarse con Eugenio Cornejo, el Director de Radio Aconcagua. 

Sin ningún tipo de influencias, Javier se presentó en el Canal del Fútbol con una grabación de sus relatos y una fe inquebrantable en su talento. Comenzó grabando compactos y poco a poco fue ganando reconocimiento, hasta que le llegó el momento de transmitir partidos del campeonato nacional. Siempre se preparaba a conciencia, era responsable y tenía un ritmo increíble, además de un gran conocimiento de los jugadores. Sus relatos se caracterizaban por su pasión y emoción, y su famosos "Arrrrranca", "No diga gol, diga golazo" y su gol "aaazuuul... aaazuuul" lo convirtieron en marca registrada. 

Su talento traspasó fronteras y desde Argentina lo buscaron para trabajar en Torneos y Competencias, la reconocida productora del fútbol trasandino. Iba a ser el narrador de los partidos de la selección nacional, y tuvo el privilegio de relatar la Copa América de Chile y el Mundial de Brasil. Su voz se hizo escuchar en todo el continente y su nombre comenzó a resonar en el mundo del periodismo deportivo. 

Javier estaba en su mejor momento, negociando con Radio ADN para sumarse a su staff de relatores en Santiago. Soñaba con hacer radio en la capital, pero decidió seguir en Radio Aconcagua, a cargo del Deporte y narrando los partidos del campeonato en el CDF. Hasta sus últimas horas, Javier se entregó por completo a su pasión, llevando la emoción del fútbol a los hogares de miles de personas. 

Pero un fatídico día, todo cambió. Después de transmitir el partido entre Wanderers y Huachipato, mientras regresaba a su casa en San Felipe, un irresponsable conductor, a exceso de velocidad y bajo la influencia del alcohol, chocó frontalmente contra su vehículo en Panquehue. La vida de Javier se apagó en ese trágico instante, dejando un vacío irreparable en el mundo del periodismo deportivo y en el corazón de todos aquellos que lo conocieron y admiraron. La Ley Emilia, que "paradójicamente" busca endurecer las penas para los conductores irresponsables, permitió que el causante de la muerte de Javier solo estuviera un año en prisión. Una injusticia que no puede ser reparada. Hoy, ese irresponsable está libre, mientras que Javier ya no está entre nosotros. 

Su funeral fue el más multitudinario en la historia de San Felipe. Su cuerpo fue llevado en un cortejo que recorrió la ciudad, recibiendo todos los homenajes posibles, hasta llegar al Cementerio Municipal. El Estudio de Radio Aconcagua lleva su nombre y el estadio municipal de la comuna tambien, manteniendo viva su memoria y su legado. Pues en el mundo del fútbol, existen figuras que trascienden más allá de los jugadores y los entrenadores. Son aquellos narradores que, con su voz y su pasión, logran transportarnos a cada partido y hacernos sentir parte de la emoción que se vive en el terreno de juego. Uno de esos narradores es sin duda Javier Muñoz, un hombre que ha dejado una huella imborrable en el mundo del periodismo deportivo. 

Pero sin duda, lo que más destaco de Javier Muñoz es su humildad. A pesar de todos sus logros y reconocimientos, nunca dejó que la fama se le subiera a la cabeza. Siempre se mostró cercano y accesible, dispuesto a conversar con sus seguidores y a compartir sus conocimientos. Fue un hombre sencillo y amable, que no perdió de vista sus raíces y siempre mostrándose agradecido por todo lo que logró. Prueba de todo ello fue el 12 de noviembre del 2014, cuando por motivo de la Copa Chile, llegó hasta la ciudad de Angol para transmitir el duelo entre Deportes Temuco y la Universidad de Concepción, donde en la oportunidad se tomó fotografías con cuanta persona se lo pidió y dedicó mucho de su tiempo libre para conversar con quienes se le acercaron a platicar. 

En un mundo donde la vanidad y el ego suelen ser moneda corriente, Javier Muñoz fue un verdadero oasis de humildad. Su ejemplo nos recuerda que el éxito no está solo en los logros profesionales, sino en la forma en que nos relacionamos con los demás y en cómo nos mantenemos fieles a nuestros valores. 

Por todas estas y muchas otras razones, Javier Muñoz es una figura a la que admiro y respeto. Su capacidad para relatar el fútbol, su talento, su capacidad de aprendizaje y, sobre todo, su humildad, lo convirtieron en un referente dentro del mundo de la radio y la TV. Espero que su legado inspire a futuras generaciones de narradores y periodistas deportivos, y que su voz no se apague en el subconsciente de todos quienes amamos el relato futbolístico.