En el maravilloso mundo de las excusas, siempre hay espacio para nuevas y sorprendentes justificaciones. Y una de las más curiosas que personalmente me ha tocado escuchar últimamente es la de las maldiciones generacionales. Sí, has leído bien, ¡maldiciones generacionales! Esa idea de que una persona engaña a su pareja porque heredó la infidelidad de su progenitor y este de su antecesor por una persona malvada que en el pasado marcó generaciones condenándolos a pasar por una condena de la cual no pueden escapar, y es que no se pueden negar ante la tentación de engañar a sus parejas con otras personas. ¿No es simplemente hilarante? Para entender esta teoría, debemos remontarnos a las páginas de la Biblia, ese libro lleno de sabiduría y enseñanzas. Según algunos, la maldición generacional se encuentra allí, escondida entre líneas y versículos. Pero, ¿en serio creemos que un libro antiguo puede tener la respuesta a los problemas de fidelidad en la actualidad? Parece más bien una excusa desesperada de aquellos que buscan justificar sus asquerosas maneras de manipular a las personas. La realidad es que la infidelidad no es una cuestión de herencia genética o maldiciones ancestrales. Es una elección personal, una decisión que cada individu@ toma por sí mism@. No podemos culpar a nuestros antepasados por nuestras acciones actuales. Sería como culpar a nuestros bisabuelos por nuestra adicción al chocolate o a nuestros tatarabuelos por nuestra falta de puntualidad. ¿Absurdo, ¿verdad? Pero, por supuesto, siempre hay quienes encuentran en la religión una forma de justificar sus acciones. Utilizan la Biblia como un escudo para ocultar su falta de integridad y responsabilidad. ¿Qué mejor manera de evadir la culpa que atribuir tus errores a una maldición ancestral? Es una táctica maquiavélica, sin duda. La verdad es que dejando de lado las creencias religiosas y nos adentramos en el terreno científico, encontraremos una explicación mucho más lógica y razonable. La infidelidad puede estar relacionada con factores psicológicos, emocionales o incluso sociales, pero no con una maldición generacional. No hay un gen de la infidelidad que se transmita de padres a hijos, ni una maldición que nos condene a repetir los errores de nuestros antepasados. ¿Qué puede llevar a una persona a creer estas excusas que son sacadas de un guion de ficción? La infidelidad no es algo que se herede, sino una elección individual. No podemos culpar a la religión o a nuestros ancestros por nuestras decisiones. Hay que tener la capacidad humana de empezar a ser honestos con nosotros mismos y con los demás. y decir las cosas por su nombre, mucho menos querer traspasar a la religión un error que es humano y no divino. Finalmente, es esencial tener en cuenta que nadie merece ser engañad@ o traicionad@ en una relación. Sin embargo, hay situaciones en las que las personas permiten que las engañen debido a una serie de factores, como se presenta en este caso, personas atrapadas en relaciones tóxicas o abusivas, donde el engaño se utiliza como una forma de control o manipulación, sustentado o escondido en una base de creencias religiosas. En estos casos, puede haber miedo a las consecuencias de confrontar a la pareja infiel, lo que lleva a permitir el engaño por temor a represalias o a perder la relación por completo, incluso en muchas de estas situaciones por el propio orgullo de no querer reconocer que esa relación hace rato terminó.
En los últimos años, hemos sido testigos de un fenómeno que preocupa a las personas creyentes, y es que cada vez más personas se están alejando de la iglesia y las religiones. Este fenómeno no es casualidad, sino el resultado de una serie de factores que han llevado a la desilusión y el distanciamiento de la fe. Para entender un poco por qué esto está sucediendo, es importante analizar la historia y los hechos que han rodeado a la iglesia a lo largo de los siglos. La iglesia, en su afán de expandir su poder y dominio, ha utilizado el nombre de Dios para desatar hechos históricos llenos de caos y muertes. Las Cruzadas, por ejemplo, fueron una serie de guerras impulsadas por la iglesia en nombre de la religión, que resultaron en la muerte de miles de personas inocentes. Este tipo de violencia en nombre de la fe ha dejado una profunda cicatriz en la sociedad y ha generado desconfianza hacia las instituciones religiosas. Además, la iglesia ha otorgado a ciertas personas un poder que los pone por encima del resto de la sociedad. Papas, obispos y sacerdotes han sido considerados como intermediarios entre Dios y los hombres, lo que ha generado una jerarquía que ha llevado a abusos de poder y corrupción. Ejemplos como la Inquisición y los escándalos de abuso sexual por parte de miembros de la iglesia son solo la punta del iceberg de una larga lista de actos aberrantes y deshonestos. Estos casos han socavado la confianza en la iglesia y han llevado a muchas personas a alejarse de la fe. Otro factor que ha contribuido al alejamiento de la gente de la iglesia es el vínculo del dinero con las instituciones religiosas. A lo largo de la historia, hemos visto cómo figuras ligadas a la iglesia se han enriquecido a costa de la fe de sus seguidores. La venta de indulgencias en la Edad Media, por ejemplo, fue una práctica que permitía a las personas comprar su salvación, enriqueciendo a la iglesia en el proceso. Este tipo de prácticas corruptas han generado desconfianza y escepticismo hacia las instituciones religiosas. Estos ejemplos históricos han dejado una profunda huella en la conciencia colectiva, generando desconfianza y escepticismo hacia las instituciones religiosas. Las personas se han dado cuenta de que el poder que ostentan estas figuras no es divino, sino otorgado por el propio ser humano. Han perdido la fe en una institución que ha demostrado ser falible y corrupta. Pero no solo los hechos históricos han alejado a la gente de la iglesia. En la sociedad actual, nos encontramos en un momento de cambio y evolución, en el que las personas buscan respuestas más allá de las tradiciones y dogmas religiosos. La ciencia y la razón han ganado terreno, y cada vez más personas se sienten atraídas por una visión más humanista y secular del mundo. La religión ya no es la única fuente de conocimiento y explicación del mundo, y las personas buscan una espiritualidad que se ajuste a sus valores y creencias personales. El trabajar en un medio de comunicación nos brinda la posibilidad de recibir denuncias de la comunidad, donde no hace mucho tiempo recibí personalmente la denuncia sobre un denominado “pastor” quien maltrata verbal, psicológica y físicamente a su pareja, en presencia de un menor de edad en su hogar. Esta misma persona cuestiona y critica a otros en su actuar y se “cree el personaje”, dando consejos, sermones a otras personas, publicando en sus redes sociales amor y felicidad, cuando en la realidad no tiene moral ni embestidura para ejercer un cargo que otorga poder y requiere de mucha responsabilidad, agregándole a aquello el carácter delictivo de la situación. A todo eso, hay que agregar que la iglesia ha tenido dificultades para adaptarse a los cambios sociales y culturales. Su postura conservadora frente a temas como la sexualidad, los derechos de la mujer y la diversidad ha generado rechazo en una sociedad cada vez más inclusiva y abierta de mente. Las personas buscan una espiritualidad que se ajuste a sus valores y creencias personales, y no están dispuestas a aceptar imposiciones dogmáticas. La rigidez de la iglesia en estos temas ha llevado a muchas personas a buscar alternativas más inclusivas y respetuosas con la diversidad.
En el maravilloso mundo de las excusas, siempre hay espacio para nuevas y sorprendentes justificaciones. Y una de las más curiosas que personalmente me ha tocado escuchar últimamente es la de las maldiciones generacionales. Sí, has leído bien, ¡maldiciones generacionales! Esa idea de que una persona engaña a su pareja porque heredó la infidelidad de su progenitor y este de su antecesor por una persona malvada que en el pasado marcó generaciones condenándolos a pasar por una condena de la cual no pueden escapar, y es que no se pueden negar ante la tentación de engañar a sus parejas con otras personas. ¿No es simplemente hilarante? Para entender esta teoría, debemos remontarnos a las páginas de la Biblia, ese libro lleno de sabiduría y enseñanzas. Según algunos, la maldición generacional se encuentra allí, escondida entre líneas y versículos. Pero, ¿en serio creemos que un libro antiguo puede tener la respuesta a los problemas de fidelidad en la actualidad? Parece más bien una excusa desesperada de aquellos que buscan justificar sus asquerosas maneras de manipular a las personas. La realidad es que la infidelidad no es una cuestión de herencia genética o maldiciones ancestrales. Es una elección personal, una decisión que cada individu@ toma por sí mism@. No podemos culpar a nuestros antepasados por nuestras acciones actuales. Sería como culpar a nuestros bisabuelos por nuestra adicción al chocolate o a nuestros tatarabuelos por nuestra falta de puntualidad. ¿Absurdo, ¿verdad? Pero, por supuesto, siempre hay quienes encuentran en la religión una forma de justificar sus acciones. Utilizan la Biblia como un escudo para ocultar su falta de integridad y responsabilidad. ¿Qué mejor manera de evadir la culpa que atribuir tus errores a una maldición ancestral? Es una táctica maquiavélica, sin duda. La verdad es que dejando de lado las creencias religiosas y nos adentramos en el terreno científico, encontraremos una explicación mucho más lógica y razonable. La infidelidad puede estar relacionada con factores psicológicos, emocionales o incluso sociales, pero no con una maldición generacional. No hay un gen de la infidelidad que se transmita de padres a hijos, ni una maldición que nos condene a repetir los errores de nuestros antepasados. ¿Qué puede llevar a una persona a creer estas excusas que son sacadas de un guion de ficción? La infidelidad no es algo que se herede, sino una elección individual. No podemos culpar a la religión o a nuestros ancestros por nuestras decisiones. Hay que tener la capacidad humana de empezar a ser honestos con nosotros mismos y con los demás. y decir las cosas por su nombre, mucho menos querer traspasar a la religión un error que es humano y no divino. Finalmente, es esencial tener en cuenta que nadie merece ser engañad@ o traicionad@ en una relación. Sin embargo, hay situaciones en las que las personas permiten que las engañen debido a una serie de factores, como se presenta en este caso, personas atrapadas en relaciones tóxicas o abusivas, donde el engaño se utiliza como una forma de control o manipulación, sustentado o escondido en una base de creencias religiosas. En estos casos, puede haber miedo a las consecuencias de confrontar a la pareja infiel, lo que lleva a permitir el engaño por temor a represalias o a perder la relación por completo, incluso en muchas de estas situaciones por el propio orgullo de no querer reconocer que esa relación hace rato terminó.
En los últimos años, hemos sido testigos de un fenómeno que preocupa a las personas creyentes, y es que cada vez más personas se están alejando de la iglesia y las religiones. Este fenómeno no es casualidad, sino el resultado de una serie de factores que han llevado a la desilusión y el distanciamiento de la fe. Para entender un poco por qué esto está sucediendo, es importante analizar la historia y los hechos que han rodeado a la iglesia a lo largo de los siglos. La iglesia, en su afán de expandir su poder y dominio, ha utilizado el nombre de Dios para desatar hechos históricos llenos de caos y muertes. Las Cruzadas, por ejemplo, fueron una serie de guerras impulsadas por la iglesia en nombre de la religión, que resultaron en la muerte de miles de personas inocentes. Este tipo de violencia en nombre de la fe ha dejado una profunda cicatriz en la sociedad y ha generado desconfianza hacia las instituciones religiosas. Además, la iglesia ha otorgado a ciertas personas un poder que los pone por encima del resto de la sociedad. Papas, obispos y sacerdotes han sido considerados como intermediarios entre Dios y los hombres, lo que ha generado una jerarquía que ha llevado a abusos de poder y corrupción. Ejemplos como la Inquisición y los escándalos de abuso sexual por parte de miembros de la iglesia son solo la punta del iceberg de una larga lista de actos aberrantes y deshonestos. Estos casos han socavado la confianza en la iglesia y han llevado a muchas personas a alejarse de la fe. Otro factor que ha contribuido al alejamiento de la gente de la iglesia es el vínculo del dinero con las instituciones religiosas. A lo largo de la historia, hemos visto cómo figuras ligadas a la iglesia se han enriquecido a costa de la fe de sus seguidores. La venta de indulgencias en la Edad Media, por ejemplo, fue una práctica que permitía a las personas comprar su salvación, enriqueciendo a la iglesia en el proceso. Este tipo de prácticas corruptas han generado desconfianza y escepticismo hacia las instituciones religiosas. Estos ejemplos históricos han dejado una profunda huella en la conciencia colectiva, generando desconfianza y escepticismo hacia las instituciones religiosas. Las personas se han dado cuenta de que el poder que ostentan estas figuras no es divino, sino otorgado por el propio ser humano. Han perdido la fe en una institución que ha demostrado ser falible y corrupta. Pero no solo los hechos históricos han alejado a la gente de la iglesia. En la sociedad actual, nos encontramos en un momento de cambio y evolución, en el que las personas buscan respuestas más allá de las tradiciones y dogmas religiosos. La ciencia y la razón han ganado terreno, y cada vez más personas se sienten atraídas por una visión más humanista y secular del mundo. La religión ya no es la única fuente de conocimiento y explicación del mundo, y las personas buscan una espiritualidad que se ajuste a sus valores y creencias personales. El trabajar en un medio de comunicación nos brinda la posibilidad de recibir denuncias de la comunidad, donde no hace mucho tiempo recibí personalmente la denuncia sobre un denominado “pastor” quien maltrata verbal, psicológica y físicamente a su pareja, en presencia de un menor de edad en su hogar. Esta misma persona cuestiona y critica a otros en su actuar y se “cree el personaje”, dando consejos, sermones a otras personas, publicando en sus redes sociales amor y felicidad, cuando en la realidad no tiene moral ni embestidura para ejercer un cargo que otorga poder y requiere de mucha responsabilidad, agregándole a aquello el carácter delictivo de la situación. A todo eso, hay que agregar que la iglesia ha tenido dificultades para adaptarse a los cambios sociales y culturales. Su postura conservadora frente a temas como la sexualidad, los derechos de la mujer y la diversidad ha generado rechazo en una sociedad cada vez más inclusiva y abierta de mente. Las personas buscan una espiritualidad que se ajuste a sus valores y creencias personales, y no están dispuestas a aceptar imposiciones dogmáticas. La rigidez de la iglesia en estos temas ha llevado a muchas personas a buscar alternativas más inclusivas y respetuosas con la diversidad.