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15 de octubre de 2022

Columna: "Pasa en las series, pasa en la vida" (Por: Germán Pereda)

Muchas veces creemos que lo estamos haciendo muy bien, sobre todo cuando creemos que por ser permisivos o exigentes, estamos cumpliendo con nuestro rol.

TeleangolGermán Pereda Baeza

Mucho se habla de “Dahmer”, la exitosa serie de NETFLIX, que se ha tomado las redes sociales y es comentario cotidiano, para quienes la han visto, generando mucha aceptación y buena crítica. Para quienes no saben de qué se trata; cuenta la historia de Jeffrey Dahmer, un asesino en serie que violó y asesinó a quince homosexuales entre 1978 y 1991 en Estados Unidos. Devoró sus miembros y los manipuló mecánica y químicamente con fines que hasta el día de hoy son sujeto de estudio. El tribunal de Milwaukee le condenó a 15 cadenas perpetuas, pena que no cumplió, tras ser asesinado por un preso de la cárcel donde cumplía su condena.

No es sobre los exitosos números, ni tampoco el evidente furor que ha causado esta serie donde quiero poner el foco. Es más bien en una de las preocupaciones del guion de esta serie, que me llamó poderosamente la atención.

Desde un inicio que “tomé palco” y me acomodé para ver esta serie, pensé que sería una más de las exitosas historias de asesinos seriales, pero no, conforme pasan los minutos de esta trama, podemos ver como por medio de un relato anacrónico, la historia nos muestra la vida de Jeff Dahmer, desde que era un niño, con varios pasajes y etapas de su vida, marcados por el abandono y una crianza con evidente despreocupación por su formación.

Es aquí donde me quiero detener, pues no pretendo justificar lo que el protagonista de esta historia hizo, pero si quiero recalcar el hecho de que no cabe duda que es el resultado de una crianza marcada por una figura paterna y materna muy ausente.

Como adultos y con responsabilidades “paternales”, muchas veces pensamos que lo estamos haciendo muy bien, sobre todo cuando creemos que por ser permisivos o exigentes, estamos cumpliendo con nuestro rol.

¿Pero cuanto de lo que hacemos tiene que ver con nuestras propias trancas?
¿Cuánto tiene que ver con nuestra sesgada forma de ser?
¿En nuestro permisivismo o prohibicionismo, cuánto hay de comodidad?
¿Quiero educar para la vida o para que sean como yo?

Estas y muchas preguntas más me han nacido desde que la vida me dio la posibilidad de ser padre. Y no escribo todo esto porque quiera dar una lección o por que quiera enseñar algo a alguien, escribo esto porque todavía sigo respondiéndome muchas de estas preguntas y con el paso del tiempo me van naciendo otras. Dado que en la "universidad de la vida", no tenemos el ramo “Aprendamos a ser padres”, entonces toca aprender, con todo lo que esto significa.

Y aquí es donde me hace sentido pensar en la trama de esta serie, porque en lo personal me ha tocado vivir el proceso de separación, tema que para el caso no es tema… “PARA NOSOTROS”.

¿Pero para ellos?... ¿Le damos la preocupación que merece a esta situación?.

¿Cuándo prohibimos que ell@s escuchen su música al volumen que les gusta, pero nosotros podemos escuchar la música de nuestro gusto a todo volumen?… o cuando ¿les prohibimos fumar porque es dañino para su salud y minutos más tarde te ven fumando un cigarro? Mismo tema con el alcohol.

Y nuestra lógica es que somos adultos y que ya va a llegar su oportunidad cuando sean más grandes.

Cuándo estamos debatiendo o discutiendo sobre un tema y resulta que porque el hecho de tener sus ideas propias y en muchos casos por la propia crianza que les damos, nos arrojan un buen argumento sobre la mesa y nos dejan callados, pero a pesar de eso y como somos los adultos, alzamos la voz y para no perder nuestra condición de “educador”, hablamos o gritamos más fuerte, para que ese buen argumento pase a demostrarle que el equivocado(a) es él(ella) y quienes estamos en lo correcto… ¿somos nosotros(as)?

Insisto… No vengo a dar una enseñanza a nadie, ni mucho menos ponerme como ejemplo, porque tal como ustedes, me he caído en más de una oportunidad. Solo pretendo “dejarla dando bote”, a ver si la agarramos de primera y le damos un poco más de sentido a las cosas que estamos haciendo, o a las que no estamos haciendo, en torno a quienes no me cabe duda, tanto para ustedes como para mí, son lo más importante de nuestras vidas.

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